El sábado llené las maletas con mis mejores galas, con los zapatos de aguja, y con ese bolsito monísimo pero que no sirve para ná.
Todo es poco para ir a las fiestas del pueblo que sufrió mi adolescencia y mi juventud.
Se sigue con la tradición, que consiste en forrar un palo de la luz con cientos de docenas de cohetes para prenderlo en la plaza.
Viendo estas imágenes se puede saber de donde me viene lo bestia que soy, es acervo cultural.
He vuelto con lumbago gracias a esos zapatos, con el estómago echo polvo de beber y comer más de la cuenta, con falta de sueño y con mucha ropa sucia pero haciendo planes para las próximas.
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